viernes, 27 de febrero de 2015

La CIDH guardó silencio cómplice frente a la masacre del 27 y 28 de febrero de 1989

Fuente RNV: La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se pronunció 10 años después, el 11 de noviembre de 1999, sobre la violación del derecho a la vida, a la libertad a la integridad personal y a la protección judicial de las víctimas de la brutal represión policial desatada contra el pueblo durante el estallido social del 27 y 28 de febrero de 1989, “El Caracazo”.
La afirmación fue hecha por Virginia King, secretaria de la Red Nacional de Derechos Humanos de la Fundación Latinoamericana por los Derechos Humanos y el Desarrollo Social (Fundalatin), durante una entrevista en Radio Nacional de Venezuela como parte de la programación especial “A 26 años de El Caracazo, la chispa que encendió el motor de la Revolución”.
Este reconocimiento se produce en respuesta a los casos de 44 víctimas presentadas por la organización no gubernamental Comité de Familiares de las Víctimas de los Sucesos de Febrero y Marzo de 1989 (Cofavic) ante esa instancia multilateral.

La CIDH guardó un silencio cómplice frente a estos hechos registrados durante la administración de Carlos Andrés Pérez, que “tienen que recordarse como días de la indignidad de la democracia venezolana, fecha triste de recordar pero necesarias a la vez, porque son la génesis del proceso revolucionario”.
Aseguró que el mismo silencio cómplice que privó en ese organismo internacional se observó puertas adentro, en el comportamiento de diferentes organizaciones de derechos humanos que “frente a situaciones que pretenden violentar la integridad nacional y la autoderminación de nuestro pueblo guardan silencio, no se pronuncian, no están, muy por el contrario pretenden salvaguardar la buena imagen de actores de la vida nacional involucrados en episodios que atentan contra la vida democrática del país”.
King destacó que en los últimos años se ha transformado exponencialmente la visión de los derechos humanos en Venezuela, pasando de una concepción neoliberal a una dimensión humana, crítica, en la que los derechos humanos son inherentes al ser humano indistintamente de su condición social, religiosa o política.
Aseguró a “aquellos agoreros del desastre y la desesperanza que pretenden establecer alguna posibilidad de la repetición de un 27 febrero en Venezuela, que la coyuntura no es similar a la que se vivió en aquel entonces, porque son dos modelos de país diametralmente opuestos, uno enmarcado en el concepto neoliberal donde el eje central del accionar era el capital y no el hombre, y otra visión de los derechos humanos, donde su eje central es el hombre.”

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