Fuente RNV: La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se pronunció 10
años después, el 11 de noviembre de 1999, sobre la violación del derecho
a la vida, a la libertad a la integridad personal y a la protección
judicial de las víctimas de la brutal represión policial desatada contra
el pueblo durante el estallido social del 27 y 28 de febrero de 1989,
“El Caracazo”.
La afirmación fue hecha por Virginia King, secretaria de la Red
Nacional de Derechos Humanos de la Fundación Latinoamericana por los
Derechos Humanos y el Desarrollo Social (Fundalatin), durante una
entrevista en Radio Nacional de Venezuela como parte de la programación especial “A 26 años de El Caracazo, la chispa que encendió el motor de la Revolución”.
Este reconocimiento se produce en respuesta a los casos de 44
víctimas presentadas por la organización no gubernamental Comité de
Familiares de las Víctimas de los Sucesos de Febrero y Marzo de 1989
(Cofavic) ante esa instancia multilateral.
La CIDH guardó un silencio cómplice frente a estos hechos registrados
durante la administración de Carlos Andrés Pérez, que “tienen que
recordarse como días de la indignidad de la democracia venezolana, fecha
triste de recordar pero necesarias a la vez, porque son la génesis del
proceso revolucionario”.
Aseguró que el mismo silencio cómplice que privó en ese organismo
internacional se observó puertas adentro, en el comportamiento de
diferentes organizaciones de derechos humanos que “frente a situaciones
que pretenden violentar la integridad nacional y la autoderminación de
nuestro pueblo guardan silencio, no se pronuncian, no están, muy por el
contrario pretenden salvaguardar la buena imagen de actores de la vida
nacional involucrados en episodios que atentan contra la vida
democrática del país”.
King destacó que en los últimos años se ha transformado
exponencialmente la visión de los derechos humanos en Venezuela, pasando
de una concepción neoliberal a una dimensión humana, crítica, en la que
los derechos humanos son inherentes al ser humano indistintamente de su
condición social, religiosa o política.
Aseguró a “aquellos agoreros del desastre y la desesperanza que
pretenden establecer alguna posibilidad de la repetición de un 27
febrero en Venezuela, que la coyuntura no es similar a la que se vivió
en aquel entonces, porque son dos modelos de país diametralmente
opuestos, uno enmarcado en el concepto neoliberal donde el eje central
del accionar era el capital y no el hombre, y otra visión de los
derechos humanos, donde su eje central es el hombre.”
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